martes, 11 de junio de 2024

El revoloteo de los alcaravanes

 


Por:

Hugo Reyes Saab


 La literatura es una perfecta máquina del tiempo: con solo teclear unas palabras se materializan ante la imaginación mundos perdidos, épocas remotas, y los sitios de la nostalgia cobran vida, dispuestos a recibir a los curiosos. Marco Fidel Urbano Franco, en su libro "El revoloteo de los alcaravanes", es el crononauta que, gracias al artilugio de su técnica, describe con nitidez la época de la Bogotá de finales de los años cuarenta; esa que con su tinte sepia aviva el interés por buscarla en los rincones del centro de la ciudad donde todavía subsisten sus huellas. Sitios como el recién desaparecido café Saint Moritz, la Avenida Jiménez o el Pasaje Hernández, mantienen la memoria de una ciudad que pretendía ser, justo antes del Bogotazo, un Buenos Aires pequeñito. 

Marco Fidel se pasea por una ciudad rodeada por lo rural, donde todavía se escuchan los soplos del vapor de la locomotora 45 que parecen disparar las palabras: "mucho peso, poca plata, mucho peso, poca plata…", mientras se desliza con parsimonia por los rieles del ferrocarril de la sabana; un sonido que denuncia lo que es y será vivir en Colombia: pesará mucho y no dará plata. 

El día en que es asesinado Gaitán, el caudillo del pueblo, la gente la emprenderá contra los edificios de una ciudad oligarca que les ha negado acceso al sueño urbano de prosperidad. Mientras en el espacio público se saquea y se vandalizan los sitios de los ricos, en el íntimo se es testigo del drama del joven Silvestre, quien, en la madrugada del 10 de abril, se entera de la muerte de su madre, y debe ingeniárselas para regresar al pueblo de Oicatá para llegar a tiempo a su funeral.

La novela desata un suspenso que no afloja ni en el punto final, se percibe la angustia del protagonista que lamenta no haber podido visitar antes a su madre debido a que perdió el dinero del viaje en una apuesta callejera; la culpa aceita la dinámica de una aventura que involucra a muchos, pero que para el protagonista resulta ser un asunto de vida o muerte. El narrador es diestro para entrar en el universo y en el corazón de sus protagonistas; viaja a sus pasados sin perder el hilo, elabora analepsis impecables que regresan al presente con una historia más robusta para el lector.

"El revoloteo de los alcaravanes" es una obra rica en detalles, en giros, hace homenaje a la gente sencilla, a la que más allá de las filiaciones políticas es bondadosa y decente, la que mueve el mundo no para quemarlo sino para salvarlo, la que tomaba Mejoral para el dolor de cabeza y Kolcana para la sed; la que no tenía para comprar cerveza, pero sí chicha. El mayor acierto de esta novela es el guiño que hace a Juan Rulfo: imaginar a Silvestre llegar de noche al rancho de su madre, cojo, agotado y envuelto en una ruana, despliega una de esas atmósferas crepusculares del maravilloso Pedro Páramo. Es un homenaje total a la vida que nos inspiran nuestros muertos.

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1 comentario:

  1. La reseña esta muy bien escrita, permite adentrarse en el contexto de la capital en la decada de los cuarenta, todos los infortunios que debe pasar el protagonista para poder asistir al sepelio de su madre.

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